María

Cuando vi mala a mi madre por primera vez tenía 7 años y sentí que iba a perderla, tenía mucho miedo de que cuando le hablase esa fuera la última palabra que le dijese. La primera vez que la volví a ver dar unos pasos me llené de emoción y por primera vez sentí lo que era llorar de la alegría. Hoy en día “normalizo” esos brotes y entiendo que son rachas, que no es para siempre. Por suerte o por desgracia llevo viviendo esto muchos años, cada brote intento afrontarlo de la mejor forma que puedo aunque quizás no siempre es la correcta porque aunque no se tan chica (ya tengo 15 años) sigo siendo una niña.
María

Marcos

Yo no recuerdo el primer día que mi mamá se puso mala, pero recuerdo que comencé a notarla muy cansada. Yo sabía que había enfermedades muy malas, pero pensé que la de mi madre no iba a ser tan larga.
Comenzó a no poder jugar, a no bajar a la piscina, a no llevarme al colegio ni extraescolares y tenían que llevarme mis abuelos y mis tíos. Ya no podía montar en bici como cuando estaba buena, y a partir de ahí, pasaron días y días y yo me fui acostumbrando a la enfermedad de mi madre.
Cuando le daban brotes a veces lloraba mucho porque me daba mucha pena y alguna vez me asusté mucho, pero a veces también nos reíamos por cómo hablaba. Un día ya no lloré, aunque me preocupaba por dentro. Dejé de llorar porque ya me he acostumbrado y además, no se va a curar llorando. Creo que esta enfermedad la va a tener siempre. Seguramente mi mamá se ponga mejor y note que mejora. Eso sería genial porque aguantará más, podrá salir de casa y podremos volver a hacer muchas cosas juntos.

Marcos

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